Dignidad y gestión

Opinión: por Carlos Terrón, precandidato a concejal por la lista 2 de Unión por la Patria.

Política 10/08/2023 Administración Claridad Administración Claridad
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Durante el año 2022 se llevó a cabo un nuevo censo nacional. De allí surgió que el partido de Lincoln tiene aproximadamente 10000 jubilados, de una población cercana a los 45000 habitantes. Así, los adultos mayores representan el 22% del total de la población del Distrito.

Si nos basamos en datos del nivel nacional sabemos que en proporción al total de la población, los adultos mayores representaban el 14,1% cuando ocurrió el censo del 2010. Que la proyección a 2019 los elevó al 15,5%, creciendo un 1,4% en nueve años. Y que, según el Banco Interamericano de Desarrollo, la población de 60 años y más ascendía al 15,7% de la población total en el año 2020, casi 7,1 millones de personas. Y se proyecta que esa proporción continuará incrementándose, llegando al 22% en 2050, unos 12,5 millones de personas. Todo ello sin contar los datos del Censo 2022 que fueron toda una sorpresa.

Sí, una sorpresa. Porque los datos provisionales del Censo 2022 indican que el incremento de la población no está basado en los nacimientos sino en que hay menos defunciones. Las personas viven más.

La misma sorpresa de los técnicos, que esperaban un incremento del total de la población en torno al 12% y terminaron sorprendidos porque estuvo en torno al 18%, es la misma que por sumas y restas nos dice que en la actualidad nuestro distrito tiene hoy el mismo porcentaje que se esperaba para el país dentro de 27 años.

Nuestro país tenía una expectativa de vida (longevidad) de 75.34 años promedio hace 12 años. Esa expectativa se estima se incrementará paulatinamente hacia el 2035 a 77.72 años para los hombres y 84.05 para las mujeres. Y aunque el promedio real utilizado para la estadística es más complicado de calcular, el promedio simple indica que la expectativa de vida trepará al menos 4 años durante la próxima década.

El decrecimiento en tándem de fecundidad y mortalidad comienzan a remodelar la forma de la pirámide poblacional argentina. Y como resultado nos indica un cambio a futuro en el índice de dependencia. Es decir, la relación entre la población dependiente y la población en edad de trabajar. Hoy se estima que en nuestro país, por cada adulto mayor dependiente de cuidado, existen otros tres en condiciones de trabajar que pueden cuidarlo. Argentina, junto con Chile y Uruguay, son parte de los tres países de América Latina más envejecidos.

Estos datos deberían encender todas las alarmas. Porque estas previsiones van a exigir al máximo el sistema de la seguridad social y el de salud pública.

Mientras que la seguridad social entendida como un todo, y no únicamente en la posibilidad de que quien ya no puede trabajar, por su edad, obtenga algún tipo de ingreso, la jubilación debe contemplar y contener las vicisitudes que ocurren en la vida de las personas. La salud pública es la que permite el incremento de esa expectativa de vida y la recuperación para la sociedad de aquellos que sufren alguna patología o problemas físicos.

Pero cuidado, porque ese índice de dependencia del que hablaba, y que es no es más que una simple fórmula matemática, no incluye en el resultado la problemática propia de nuestro Distrito: los adultos que se quedan solos, porque sus hijos emigraron a trabajar o estudiar.

Esos adultos que no pueden valerse por sí mismos y que no tienen a nadie que les tienda una mano afectuosa. Esa mano que nosotros, desde la concepción de la justicia social y los derechos humanos, estamos obligados a tender desde el Estado mediante una gestión eficiente.

Aunque para el 2035 nos falte recorrer un tramo extenso, no podemos negar que los problemas que menciono ya se encuentran entre nosotros. En especial en aquellas localidades donde existe migración hacia otros centros urbanos y donde no existe capacidad del (famoso) mercado para dar una respuesta, por el simple hecho de que el cuidado de esas personas no es rentable, como puede suceder en grandes ciudades.

Es por ello que el gran problema, que ya no podemos ignorar, es cómo afrontamos la crisis que se avecina, y de la que ya tenemos muchos indicios en la actualidad, porque ambos sistemas -seguridad social y salud pública- fueron pensados desde una pirámide poblacional donde los jóvenes siempre eran la gran mayoría, y si la relación de jóvenes y adultos mayores se achica o invierte aparece su tendón de Aquiles.

En la actualidad, aunque la seguridad social producto de las políticas públicas que se llevaron adelante entre el 2003 y 2015, pasando por el interregno del gobierno macrista, y que fueron retomadas en el 2019, provea de una cobertura cercana al 96% de aquellos que han alcanzado la edad para recibir una jubilación. Aún así, estamos lejos solucionar problemas como el traslado a los centros de salud, el acceso a la tecnología y otros servicios.

Quiero decir con esto que la futura gestión debe plantear un nuevo paradigma para mitigar las consecuencias de un modelo social y productivo que no se puede cambiar, pero cuyas consecuencias si podemos mitigar a través de políticas públicas activas impulsadas desde el gobierno municipal.

Hoy nos encontramos con que esas políticas implementadas en las décadas del 50 y 60, con enfoque principal en el desarrollo de los jóvenes, no incluyen a un grupo demasiado numeroso que continúa creciendo. Es por ello que debemos mover la gestión hacia un enfoque transversal de todas las edades, incorporando entre los lineamientos de gobierno uno promueva el bienestar y cuidado de los adultos mayores.